lunes, 4 de junio de 2012

Anibal Barca - Alpes y retirada.

Aníbal Barca

Una legión de hombres y grandes bestias avanzaban con una marcha incesante desde Cartago hasta Roma, para lograr la total destrucción de esta última, o al menos, eso me parecía a mi. A pesar de ser un gran camino los primeros trayectos me parecieron sorprendentemente cortos, sin embargo, hubo una parte que helaría la mente de cualquier persona cuerda; después de recorrer toda la costa este de Hispania, cruzada sin dificultad, llegamos a una zona cuyos vientos penetraban hasta en la parta más oscura de tu alma pero, ni estas bajas temperaturas lograban detener a  los hombres que luchaban por deshacerse de aquella presión.
Las primeras órdenes que recibimos fue cubrir a las bestias, alzar un campamento rápido y montar guardia, al tener uno de los rangos más bajos me tocó la limpieza de los elefantes.
Las largas noches acababan con la vida de cientos de soldados, millares, los elefantes no tardaron en caer, lamentablemente, no teníamos tiempo que perder y los cadáveres de nuestros hermanos se quedaban enterrados en la nieve, me pareció eterna aquella parte, nuestro enemigo no se podía combatir y sólo nos quedaba la esperanza de salir con vida de aquel funesto lugar. Pasado el tiempo logramos divisar el bosque que rodeaba la falda de los Alpes, la ilusión arropó nuestros cuerpos.
A pesar de que nuestro ejército fue reducido hasta un tercio del mismo, logramos ganar cada batalla, nuestra moral rebosaba ¡A las puertas de Roma nos hallábamos! Sólo nos quedaba una última batalla para lograr terminar con ellos, destruirlos y quemarlos junto a la ciudad.
Pero, Anibal, el comandante decidió esperar el momento adecuado, fue la decición que acarrarería nuestro final. Una mañana me encontraba limpiando las riendas, cuando una fuerte discusión me alarmó, provenía de la tienda de Anibal, parecía ser que tenía que esperar para su tan deseada venganza, pues, tendría que retirar sus tropas para socorrer a Cartago, cuyas defensas habían sido atacadas por tropas romanas, en ese momento un fuerte viento levantó algo de tierra y apagó poco a poco las llamas que coronaban la tienda de Anibal, miestras veía desparecer la llama, sentía que nuestra última oportunidad había sido perdida.

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